No las cuidamos, no las podamos, no les hablamos. Y aún nos lo agradecen así. Nuestras uvas, fiel testimonio de que también en Sharíqua en su día se dedicaban al cultivo de “vitis vinifera”, este año nos han parecido especialmente grandes y dulces. Son pocas, es verdad, pero suficientes para alegrarnos las mañanas con un zumo de uva buenísimo y además convertirse en un gelée que tan sólo por su intenso color se hace irresistible.
Ya que no disponemos de licuadora, recurrimos a otro procedimiento algo más laborioso. Después de haber lavado las uvas a conciencia y haberlas separado del racimo, las colocamos en una olla, añadimos zumo de manzana y de limón. ¿Las cantidades? Para dos kilos de uva, utilizamos 250 ml de zumo de manzana y el zumo de dos limones. Calentamos las uvas y las dejamos hervir brevemente hasta que todos los granos hayan reventado. Ahora las masa se pasa fácilmente por un colador.
Dulce, con un toque ácido y además cien por cien ecológico. Qué zumo más bueno. Casi no se puede pedir más, a no ser que te guste la mermelada. Como es nuestro caso, convertimos un litro de nuestro zumo en gelée de uva.
Para eso añadimos 700 gramos de azúcar, una vaina de vainilla y la piel de una manzana (para aumentar las pectinas y ayudar a que el gelée espese). Se calienta y se deja hervir hasta que empiece a espesar. Para comprobar la textura, dejar caer unas gotas en un plato recién sacado del congelador. Si la gota se para rápidamente, el gelée ya está perfecto para meterlo en botes bien esterilizados. Dejarlos cinco minutos boca abajo y listo. ¿A que es irresistible?