Es chica. Estamos convencidos, aunque su nombre hace insinuar otra cosa. Pero con esta melena “rubia”, esos ojazos dulces y ese afán por observar… y aunque nuestra nueva inquilina oficialmente se denomine “Búho chico”…, no nos cabe duda: Es chica y la hemos bautizado Marilyn.
Vive en uno de los pinos de la finca, a una altura prudente y sin armar grandes jaleos durante el día. ¿Cómo nos dimos cuenta? Pues, todo empezó hace ya bastantes semanas con una disputa acalorada en este mismo pino que incluso nos hizo salir de casa para ver qué pasaba. Uuuuunos gritos… que sin duda venían de unas urracas a las cuales se les había sacado de quicio. Pero como estos bichos se mosquean fácilmente o al menos eso parece, no le dimos más importancia. Hasta el día que volvimos a oír griteríos en el pino en cuestión que en esa ocasión se mezclaban con otras voces avícolas. Y de pronto, del follaje salió un imponente pájaro de color ocre-marrón con toques grises… Y esto, en ese momento, fue lo único que vimos.
Pero una vez despertada la curiosidad, estos días nos acercamos un poco más al árbol y, provistos de anteojos, la vimos: Envuelta en un denso plumaje casi blanco nos observaba de forma fija desde su ramita en lo alto. Sus grandes ojos anaranjados resaltaban dentro de su cara coronada por esas orejas tan características de este tipo de búho.
Y ya cuadraba todo: Investigamos y nos enteramos de que los búhos chico a la hora de criar no suelen complicarse la vida y se convierten en ocupas. Les gustan los nidos de córvidos -¡como las urracas!- a las que desplazan bruscamente si hace falta. Normal que esto a las picarazas no les hiciera mucha gracia, más aún sabiendo que suelen tardar unos 40 días en construir el hogar para la prole.
El resultado de ese desahucio sin compasión: Marilyn. Pensando que al nacer pesaba unos 15 gramos, ahora e incluso de lejos ya se le ve enorme. Aún tiene su traje blanquecino de adolescente que hace resaltar su máscara negra al estilo El Zorro, pero pronto cambiará al plumaje pubertad con colores de marrón, ocre, pardorrojizos y negro. Eso sí, las grandes y especialmente móviles “orejas” pluma -que en realidad son penachos cefálicos- ya las tiene de por vida.
La probabilidad de que Marilyn y familia se queden con nosotros y elijan Sharíqua como lugar de veraneo es mínima. Una vez volantonas, los búhos chico suelen buscarse nuevos terrenos. Normalmente en un radio de unos 50 a 100 kilómetros, pero dicen que también los ha habido que emprendieron viajes de hasta 2.000 kilómetros 🙁
Pero quién sabe. Como la pequeña “búha” se habrá dado cuenta que para dormir bien, no hay nada mejor que la tranquilidad de Sharíqua… quizás vuelva para pasar aquí el invierno. Y es que estos búhos suelen buscarse sus “árboles dormideros”, donde pasan la temporada baja, perdón fría, en grupos de hasta 20 ó 30 compañeros. Así que puede que los simpáticos “huu huu”, “uijo”, “uec uec” y “kjiiiiauu” suenen para rato en nuestra finca. ¡Ojalá!