Este año se cumplen cuatro siglos del inicio de una obra que cambió la silueta y la comunicación del pueblo de Jérica: Hace 400 años se emprendió la construcción de la segunda parte de la Torre de la Alcudia. Una faena monumental que duraría desde 1616 hasta 1622, vistiendo al pueblo con la única torre mudéjar de todo el País Valenciano. Una preciosa torre que se ha convertido en el símbolo de Jérica. Y no sólo eso. Desde entonces para el párroco ya no hay excusa para no acudir a misa – y no es el único posible “pecado” que se avisa desde esa torre en lo alto del pueblo…
Fue un problema de comunicación que llevó a la construcción de la Torre de la Alcudia tal y como la conocemos hoy. Y es que ya a finales del siglo XVI el cura y algunos vecinos se habían lamentado de las dificultades para acudir a misa. ¿La razón? Al crecer el pueblo, ya no se oían las campanas de la iglesia parroquial en todo el municipio. Un grave dilema que incluso fue tratado en el Concejo del pueblo que el 24 de agosto de 1614 constató que “… la torre donde están las campanas, por estar tan ahogadas, de tal suerte que de media villa hacia la plaza… casi no se oyen las campanas para poder ir a oír los oficios divinos de la iglesia mayor…”.
La solución se tomó en el mismo instante: trasladar las campanas a la Torre de la Alcudia – en aquel entonces una austera torre octogonal, construida probablemente en el siglo XII con fines defensivos por los árabes. Para que luciese algo más y para que las campanas estuviesen lo más alto posible, se decidió la construcción de un segundo cuerpo al estilo mudéjar. No sólo se trata de una de las últimas obras realizadas en este estilo arquitectónico, sino también de una reminiscencia al pasado ya que en este momento ya no había ni mudéjares ni moriscos, sino cristianos copiando y experimentando con bonitas ornamentaciones en ladrillo visto, arquillos ajimezados, dibujos geométricos…
Tomada la decisión de construir la torre, se subsiguieron dos fenómenos que demuestran que pueden pasar cuatro siglos y no cambiar nada: Primero, el Concejo, sin decirlo textualmente, se declaraba en bancarrota y acudió al pueblo para que pagase las 1.775 libras en que fue presupuestado el proyecto. Un ataque al bolsillo del prójimo que se leía así: “animándose todos los vezinos y ofreciéndose que de propios pagarán, sin que pague la Villa nada, para que las campanas se manden a la Torre de la Alcudia…“ Segundo: Las obras (públicas) nunca cuestan lo que se supone. Cuando el 23 de diciembre de 1622 se daba por terminada la torre, las obras se habían tragado 3.278 libras… casi el doble de lo previsto.
Eso sí. Quedó preciosa, y no es de extrañar que sea el orgullo del pueblo. La Torre de la Alcudia le ha dado una singular silueta a Jérica y cuando se ilumina de noche sí parece ser de los tiempos de las 1.001 noches. Pero no sólo se presta para evocaciones románticas. Aparte del toque de campanas, desde lo alto del pueblo la megafonía de la torre hace de pregonero para cualquier ocasión: Entonces, hasta en el último rincón de Jérica se oyen los anuncios de fiesta, los avisos de objetos perdidos, las ofertas del mercadillo semanal… o los llamamientos a la razón de conductores con malos modales para aparcar. En Jérica no vale un “No me he enterado” – ni para la misa, ni para la multa.
¿Te apetece ver más detalles de la torre? Aquí nuestra visita particular publicada en Facebook: Impresiones de la Torre de la Alcudia. ¿O saber de las últimas personas que vivieron en ese alojamiento tan especial? Conoce la historia de La campanera de Jérica.